SEMANA: 32
5° EDUCACIÓN ARTÍSTICA GRADOS: 501-502-503JOAN MIRÓ
(Barcelona, 1893 - Palma de Mallorca, España, 1983) Pintor,
escultor, grabador y ceramista español. Estudió comercio y trabajó durante dos
años como dependiente en una droguería, hasta que una enfermedad le obligó a
retirarse durante un largo periodo en una casa familiar en el pequeño pueblo de
Mont-roig del Camp.
De regreso a Barcelona, ingresó en la Academia de Arte dirigida
por Francisco Galí, en la que conoció las últimas tendencias artísticas
europeas. Hasta 1919, su pintura estuvo dominada por un expresionismo formal
con influencias fauvistas y cubistas, centrada en los paisajes, retratos y
desnudos.
Ese mismo año
viajó a París y conoció a Picasso, Max Jacob y algunos miembros de la
corriente dadaísta, como Tristan Tzara. Alternó nuevas estancias en la
capital francesa con veranos en Mont-roig y su pintura empezó a evolucionar hacia
una mayor definición de la forma, ahora cincelada por una fuerte luz que
elimina los contrastes. En lo temático destacan los primeros atisbos de un
lenguaje entre onírico y fantasmagórico, muy personal aunque de raíces
populares, que marcaría toda su trayectoria posterior.
Afín a los
principios del surrealismo, firmó el Manifiesto (1924) e incorporó a su obra
inquietudes propias de dicho movimiento, como el jeroglífico y el signo
caligráfico (El carnaval del arlequín). La otra gran influencia de la época
vendría de la mano de Paul Klee, del que recogería el gusto por la
configuración lineal y la recreación de atmósferas etéreas y matizados campos
cromáticos.
En 1928, el
Museo de Arte Moderno de Nueva York adquirió dos de sus telas, lo que supuso un
primer reconocimiento internacional de su obra; un año después, contrajo
matrimonio con Pilar Juncosa. Durante estos años el artista se cuestionó el
sentido de la pintura, conflicto que se refleja claramente en su obra. Por un
lado, inició la serie de Interiores holandeses, abigarradas recreaciones
de pinturas del siglo XVII caracterizadas por un retorno parcial a la
figuración y una marcada tendencia hacia el preciosismo, que se mantendría en
sus coloristas, juguetones y poéticos maniquíes para el Romeo y
Julieta de los Ballets Rusos de Diaghilev (1929). Su pintura posterior,
en cambio, huye hacia una mayor aridez, esquematismo y abstracción conceptual.
Por otro lado, en sus obras escultóricas optó por el uso de material reciclado
y de desecho.
La guerra
civil española no hizo sino acentuar esta dicotomía entre desgarro violento
(Cabeza de mujer) y evasión ensoñadora (Constelaciones), que poco a poco se fue
resolviendo en favor de una renovada serenidad, animada por un retorno a la
ingenuidad de la simbología mironiana tradicional (el pájaro, las estrellas, la
figura femenina) que parece reflejar a su vez el retorno a una visión ingenua,
feliz e impetuosa del mundo. No resultaron ajenos a esta especie de renovación
espiritual sus ocasionales retiros a la isla de Mallorca, donde en 1956
construyó un estudio, en la localidad de Son Abrines.